martes, 12 de agosto de 2008

1 mes

Ese señor no sabe ni mi nombre. Sale del despacho cada mañana con prisa, pasando al lado y mirando de reojo para asegurarse que cada uno de nosotros mantenga las manos encima del teclado. Bonita historia de amor entre este rockero deportista que escucha al Tote y a Morente, y aquello que parecía la compañía perfecta para un jovenzuelo descontrolado que no sabia en que centrar su mente. Uno se desenamora cuando menos se lo espera: Si somos tan humanos por que no sabemos ni lo que llevamos a cabo?
Los treinta se acercan y quiero saber que hacer con ellos, y lo peor de todo es que nadie entiende la poca importancia que tienen para mi las cosas que no sirven para nada.
Quizá por deformación profesional o por generosidad excesiva tomo prestadas las redes wifi del vecindario: "Seré buen mozo, señora. Jamás aparco encima de un paso de peatones". Porque no es oro todo lo que alguien cree que reluce, o lo que brilla en la palma de la mano. Es oro lo que es indispensable por naturaleza.

Enric
PD: hoy alguien me animó a no abandonar esto! gràcies!