martes, 1 de octubre de 2013

Maldades

Son los mismos; siempre se mueven espectrales entre la gente. Evolucionan como una mancha en una pared que cuando quieres limpiar se desvanece para nacer de nuevo en otro lugar igual de desagradable.
Es imposible reconocerlos. Un blur irónico empaña sus rostros permanentemente durante las horas de trabajo. Son solo candidatos para algo hipotético que quizá no vaya a suceder nunca. Las gestiones y movimientos de información buscan esclarecer detalles apenas apreciables en los sucesivos visionados de imágenes. Parecen tener de su parte a una sombra que oscurece la verdad para hacerla inaccesible.
Prevalecen el estupor y la percepción parcial de moverte a tientas en un ambiente lúgubre de oscuridad nigérrima.
La búsqueda de la verdad hace que el marrón en sus mil tonalidades siempre aflore hacia el rojo sangriento del empapelado kitsch de las paredes de la oficina, formado por polaroids en primer plano con rostros desencajados por el dolor del fracaso y el tiempo.
Fluyen imágenes superpuestas de gente anónima, vehículos que parecen ser twins en lugares donde nadie ha visto nada y números con nombre propio. Al final educas a tu retina para discriminar actitudes extrañas y caras que luchan por no haber existido, que saben que en el anonimato radica el poder de lo subversivo; pero sabes que la tolerancia a la frustración es perseverancia, porque vencerá quien sepa jugar cualquier carta.
Lo que queda al final es tan cierto como la ira que sientes como una herida propia, que se convertirá en su ineludible derrota.

Enric

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